RIO DE JANEIRO, Brasil.- Hace poco más de dos décadas, cuando se le preguntó cómo le gustaría ser recordado, dijo que desearía ver en su lápida una frase sencilla: "Oscar Niemeyer, brasileño, arquitecto. Vivió entre amigos, creyó en el futuro".
La frase describe con precisión la personalidad del arquitecto fallecido hoy en Río de Janeiro, 10 días antes de cumplir 105 años de edad.
Niemeyer fue internado el 2 de noviembre por una deshidratación y, desde entonces, su estado de salud se deterioró debido a una insuficiencia renal -que llevó los médicos a someterlo a sesiones de hemodiálisis- y a episodios de hemorragia digestiva.
Horas antes de su deceso, los médicos informaron que el arquitecto se encontraba "grave", había sido sedado y respiraba con la ayuda de equipos, informó el Hospital Samaritano de Río de Janeiro.
A lo largo de su extensa vida, Niemeyer se mantuvo fiel a sus dos grandes pasiones: el comunismo y la línea curva, la marca principal del trabajo al que se dedicó hasta sus últimos días, atendiendo con entusiasmo a los encargos de nuevos proyectos que no cesaban de llegar a su oficina en el barrio de Copacabana.
Padre de la arquitectura brasileña moderna, Niemeyer fue el responsable del diseño de la ciudad de Brasilia junto al urbanista Lucio Costa en 1960.
El arquitecto diseñó los principales edificios de la nueva capital, un trabajo por el cual fue recompensado en 1988 con el premio Pritzker, equivalente al Nobel de arquitectura.
Entre sus proyectos más recientes está un gran teatro a ser instalado en el parque del Flamengo de Río, cerca del cerro Pan de Azúcar, el museo Pelé, en homenaje al "rey del fútbol", y el edificio de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (Unila), que está en construcción en la ciudad de Foz do Iguazú, en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay.
Admirado y respetado en todo el mundo por su obra, el centenario arquitecto brasileño recibió en los últimos años una lluvia de homenajes, pero también vivió una gran decepción: el cierre de su proyecto "más querido", el Centro Cultural Niemeyer, en Avilés, cuya inauguración fue suspendida a raíz de una disputa política en la ciudad española.
En febrero, Niemeyer supervisó antes del carnaval de Rio las obras de renovación del Sambódromo, que construyó hace 30 años y donde se llevan a cabo los desfiles de las grandes escuelas de samba.
Nacido el 15 de diciembre de 1907 en el seno de una familia de clase media de Río de Janeiro, Niemeyer se graduó como arquitecto en 1934, por la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río. Luego se ofreció para trabajar gratis para la oficina de Lucio Costa y Carlos Leao, seguidores en Brasil de los conceptos modernistas del francés Le Corbusier.
Su carrera logró un fuerte impulso a partir de 1940, cuando conoció y se hizo amigo del entonces alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, quien le encargó la obra de reforma del barrio Pampulha.
Ese proyecto fue el "trampolín" para que, tres lustros más tarde, al ser elegido presidente de Brasil, Kubitschek lo invitara a formar parte del equipo encargado de proyectar los edificios públicos de la nueva capital federal, Brasilia, cuyas líneas curvas convirtieron a Niemeyer en un nombre internacionalmente respetado.
Desde ese entonces, realizó más de 1.000 proyectos en Brasil y en el exterior -entre ellos las sedes del Partido Comunista Francés, en París, y del Editorial Mondadori, en Italia-, en los que construyó "su propio museo" de curvas, según las palabras del escritor francés André Malraux. Participó, entre otras cosas, en la concepción de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1952) y diseñó el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi (1996), cerca de Rio, célebre por su forma de platillo volador.
Sus convicciones políticas lo acercaron al líder cubano Fidel Castro, de quien era amigo. El ex presidente de Cuba llegó a afirmar en una ocasión que los dos eran "los últimos comunistas" del mundo.
En sus últimos años de vida, Niemeyer estuvo permanentemente acompañado por su segunda esposa, Vera Lucia, con quien se casó en 2006, dos años después de la muerte de Anita Baldo, con quien estuvo casado por 76 años.
La segunda boda del arquitecto generó tensión en su familia, y lo alejó de su única hija, Anna María, quien falleció en mayo pasado, a los 82 años. Niemeyer, sin embargo, nunca se arrepintió de la decisión de volver a casarse: "El futuro es problemático e incierto para todos nosotros. La vida es un soplo... Lo que todavía puede ser un consuelo es tener al lado una mujer, una buena compañera". (DPA)